Monumentos a cada momento
hechos con los desechos de cada momento
Octavio Paz
La pintura de
Luis Hampshire anuncia su llegada de la misma forma que un armario o una
alacena a tope anuncian su colapso: si le abrimos la puerta, un mundo de
fuerzas ha de echarse andar. A diferencia de una catástrofe en la cocina, el
sobresalto que nos ofrece su obra desea ocurrir a nuestro favor y a favor de un
rico repertorio de operaciones resonantes para la pintura mexicana de nuestro
tiempo. La diversidad en esta ecología de gestos ha de resultarnos imposible de
ignorar:
En la obra de
Hampshire encontramos fragmentos, cuerpos y objetos, pero no una mutilación; nunca
una violencia. Más bien surgen la torsión y el recorte; el uso, el reposo y el salto.
Las formas entre las extremidades, las formas entre los dedos. Multiplicidad de
acción: recortar un color, separar una figura, preparar un soporte, contrariar
el reposo del ojo, tirarlo y estirarlo a través de las ranuras del plano. No
está de más regresar los pensamientos a la cocina: tal y como se ennegrecen el
ajonjolí o la pimienta para transformar el sabor pero también el color de los
alimentos, así también las estructuras de Hampshire reivindican la importancia
de seleccionar esta o aquella preparación para las funciones internas y
externas de la pintura. Considerando la molienda o el fuego, y su metáfora en
el trabajo del pintor, lo que en realidad me interesa rescatar no son los
simples símiles culinarios, sino la línea vital que surge cuando pensamos tanto
en la transformación real de los ingredientes, como en el complejo tejido de
fuerzas y tiempos que invoca el quehacer de la pintura. La de Luis Hampshire es
una pintura vitalista, una serie de prácticas que han pasado en múltiples
ocasiones por las manos del artista y que de ellas han obtenido una complicidad
con el juego, con la transformación y con el gusto por la acumulación de
cascarones, jirones y semillas.
Esa energía
parece estar también relacionada con el particular rol que juega la luz en su trabajo.
Las iluminaciones de Hampshire generan sombras que brindan a las obras un
sentido de perforación: una luz que pasa a través de los eventos trayendo
consigo un equilibrio transitorio. En algunas ocasiones recuerda a un set y en otras pienso en objetos
dispuestos junto a una ventana; junta a la falsa ventana del trompe l'oeil o trampantojo. El aspecto
estructural o aditivo del trabajo, el recorte, la cancelación y otras
operaciones, refuerzan esta idea de dobles y triples sombras, de fuentes de luz
diversas, capturadas por un ensamble incierto cuyos mejores valores son los de
ocultar sus comienzos: la aparición y desaparición de la ilusión y la
iluminación. El collage, frecuentemente utilizado, nos niega la posibilidad de
comprender el origen exacto de ciertos gestos y en esta imposibilidad se asoma también
una intención partes igual misterio y viveza.
La de Hampshire
es una imaginación activa y diligente, en donde el arriba y el abajo son claros,
en donde las cosas ocurren justo frente a nosotros, como en un homenaje tanto a
la lógica de la columna, como a la del confeti. Su obra hace pensar en las demandas de pintar
todo aquello que se sostiene y que sostiene a lo demás: esa empresa fascinante
e infructuosa en la que incontables redes de peso e inercia continuamente celebran
la fuga de sus propósitos poniéndose el pie y rodando juntas, entre risas, por
las escaleras.
Christian Camacho