jueves, 31 de octubre de 2019

No durar:Ser eterno•Colector Gallery•Monterrey•30.10.19-6.01.20






































Monumentos a cada momento
hechos con los desechos de cada momento
Octavio Paz


La pintura de Luis Hampshire anuncia su llegada de la misma forma que un armario o una alacena a tope anuncian su colapso: si le abrimos la puerta, un mundo de fuerzas ha de echarse andar. A diferencia de una catástrofe en la cocina, el sobresalto que nos ofrece su obra desea ocurrir a nuestro favor y a favor de un rico repertorio de operaciones resonantes para la pintura mexicana de nuestro tiempo. La diversidad en esta ecología de gestos ha de resultarnos imposible de ignorar:

En la obra de Hampshire encontramos fragmentos, cuerpos y objetos, pero no una mutilación; nunca una violencia. Más bien surgen la torsión y el recorte; el uso, el reposo y el salto. Las formas entre las extremidades, las formas entre los dedos. Multiplicidad de acción: recortar un color, separar una figura, preparar un soporte, contrariar el reposo del ojo, tirarlo y estirarlo a través de las ranuras del plano. No está de más regresar los pensamientos a la cocina: tal y como se ennegrecen el ajonjolí o la pimienta para transformar el sabor pero también el color de los alimentos, así también las estructuras de Hampshire reivindican la importancia de seleccionar esta o aquella preparación para las funciones internas y externas de la pintura. Considerando la molienda o el fuego, y su metáfora en el trabajo del pintor, lo que en realidad me interesa rescatar no son los simples símiles culinarios, sino la línea vital que surge cuando pensamos tanto en la transformación real de los ingredientes, como en el complejo tejido de fuerzas y tiempos que invoca el quehacer de la pintura. La de Luis Hampshire es una pintura vitalista, una serie de prácticas que han pasado en múltiples ocasiones por las manos del artista y que de ellas han obtenido una complicidad con el juego, con la transformación y con el gusto por la acumulación de cascarones, jirones y semillas.

Esa energía parece estar también relacionada con el particular rol que juega la luz en su trabajo. Las iluminaciones de Hampshire generan sombras que brindan a las obras un sentido de perforación: una luz que pasa a través de los eventos trayendo consigo un equilibrio transitorio. En algunas ocasiones recuerda a un set y en otras pienso en objetos dispuestos junto a una ventana; junta a la falsa ventana del trompe l'oeil o trampantojo. El aspecto estructural o aditivo del trabajo, el recorte, la cancelación y otras operaciones, refuerzan esta idea de dobles y triples sombras, de fuentes de luz diversas, capturadas por un ensamble incierto cuyos mejores valores son los de ocultar sus comienzos: la aparición y desaparición de la ilusión y la iluminación. El collage, frecuentemente utilizado, nos niega la posibilidad de comprender el origen exacto de ciertos gestos y en esta imposibilidad se asoma también una intención partes igual misterio y viveza.

La de Hampshire es una imaginación activa y diligente, en donde el arriba y el abajo son claros, en donde las cosas ocurren justo frente a nosotros, como en un homenaje tanto a la lógica de la columna, como a la del confeti.  Su obra hace pensar en las demandas de pintar todo aquello que se sostiene y que sostiene a lo demás: esa empresa fascinante e infructuosa en la que incontables redes de peso e inercia continuamente celebran la fuga de sus propósitos poniéndose el pie y rodando juntas, entre risas, por las escaleras.


Christian Camacho

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